Fotógrafo

Álvaro Corrales

El jueves 12 de marzo tenía un vuelo con destino Gran Canaria. Salíamos a las diez de la mañana y no podía estar más ilusionado: era mi segunda vez y estaba deseando redescubrirla. Estuve en junio del año pasado y no pude ser más feliz; aunque solo fueron unos días, es lo que tiene esta isla tan mágica, que da igual cuanto tiempo estés: siempre te sabe a poco y te deja con ganas de más.

Sin embargo, debido a esta situación tan desangelada que vivimos mi vuelo tuvo que ser cancelado. Fue entonces cuando entendí que esto iba en serio.

Hasta que superemos esta situación que nos mantiene en casa, tan solo me queda revisar las fotos del año pasado en bucle. Una detrás de otra. Suspiro tras suspiro. Superado el disgusto de la cancelación, me mantengo optimista porque sé que esto pasará. Volverán todos esos momentos que un día protagonizamos. Estoy seguro de que antes de que nos demos cuenta podremos volver a recorrer los canales del pintoresco Mogán; aquel pueblo blanco encalado lleno de flores y colores espera en silencio a que podamos llenarlo de vida una vez más. Pronto podremos costear de nuevo el Sur de Gran Canaria a bordo de un catamarán o lanzarnos Duna abajo como hicimos aquella tarde en Maspalomas, porque en aquel momento, llenos de arena y riéndonos a carcajadas, no existía nada más. Conservo la ilusión por volver.

Y sé que Gran Canaria nos espera y aguarda. Cuando todo esto acabe y recuperemos nuestra ansiada normalidad, la isla estará lista para ser descubierta. O redescubierta. Porque Gran Canaria siempre tiene algo nuevo que ofrecer y allí nos espera, preparada para ser sentida. Dispuesta para que la sintamos más.

Fotógrafo

Álvaro Corrales

El jueves 12 de marzo tenía un vuelo con destino Gran Canaria. Salíamos a las diez de la mañana y no podía estar más ilusionado: era mi segunda vez y estaba deseando redescubrirla. Estuve en junio del año pasado y no pude ser más feliz; aunque solo fueron unos días, es lo que tiene esta isla tan mágica, que da igual cuanto tiempo estés: siempre te sabe a poco y te deja con ganas de más.

Sin embargo, debido a esta situación tan desangelada que vivimos mi vuelo tuvo que ser cancelado. Fue entonces cuando entendí que esto iba en serio.

Hasta que superemos esta situación que nos mantiene en casa, tan solo me queda revisar las fotos del año pasado en bucle. Una detrás de otra. Suspiro tras suspiro. Superado el disgusto de la cancelación, me mantengo optimista porque sé que esto pasará. Volverán todos esos momentos que un día protagonizamos. Estoy seguro de que antes de que nos demos cuenta podremos volver a recorrer los canales del pintoresco Mogán; aquel pueblo blanco encalado lleno de flores y colores espera en silencio a que podamos llenarlo de vida una vez más. Pronto podremos costear de nuevo el Sur de Gran Canaria a bordo de un catamarán o lanzarnos Duna abajo como hicimos aquella tarde en Maspalomas, porque en aquel momento, llenos de arena y riéndonos a carcajadas, no existía nada más. Conservo la ilusión por volver.

Y sé que Gran Canaria nos espera y aguarda. Cuando todo esto acabe y recuperemos nuestra ansiada normalidad, la isla estará lista para ser descubierta. O redescubierta. Porque Gran Canaria siempre tiene algo nuevo que ofrecer y allí nos espera, preparada para ser sentida. Dispuesta para que la sintamos más.

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